Bueno, en relación a Diario de Campaña, el texto elegido para dialogar con mi proyecto de narración, puedo decir, sin dudar, que me gustó mucho. Es decir, ya desde el primer acercamiento que tuve con el texto, en aquella clase en la cual nos conocimos con los Territorios, realmente me interesó bastante, una especie de amor a primera vista, si Ud quiere. Me agradó particularmente la manera en la cual el autor narraba todo aquello que iba sucediendo, de una manera telegramática, de a ratos (de a ratos muy predominantes en aquel primer momento), que me atrapaba bastante, porque terminaba volviéndose enigmática. Ese enigma, a su vez, se hacía cada vez mayor con el espolvoreado de palabras desconocidas (para mí, indefectiblemente) que hacía Martí, dando como resultado una mezcla de sonidos de veras intrigante. Una mezcla de sonidos que, sin dudas, me trasladaba de algún modo a su lugar, a su campaña.
Ese fue el inicio de esta elección y, posteriormente, disfruté mucho más del texto, ya que, más adelante, se volvía más rico, con un lenguaje menos cortado y, tal vez, más profundo. Lleno de diálogos inmersos, que, a su vez, me servían o inspiraban para las ideas de conversaciones de mis propios personajes. Frases que quedaron marcadas y, sobre todo, lindas descripciones de los lugares y, sobre todo, de la vida en plena campaña. Supongo que, posiblemente, esa vida en campaña escrita que me regaló Martí fue una de las armas más importantes para darme cuenta de cómo se siente una persona en plena guerrilla. Qué piensa, qué anhela, qué dice, qué puede decir. Qué calla.
Sin dudas, puedo decir que si al principio el texto ya me gustaba, con el transcurso de la lectura, cada vez me satisfacía más, cada vez las letras se acoplaban mejor, cada vez el pensamiento se liberaba, cada vez las frases eran más hermosas y decían mucho más. De repente, el hombre de campaña se empezó a soltar y pudo, a mi entender, guardar esas imágenes que veía, entre ríos y troncos y hamacas, y plasmarlas sobre un papel.
Entre otras cosas, y vuelvo a insistir, fueron diversas frases (que de hecho he dejado marcadas) las que me quedé de Martí, mientras iba leyendo ese texto. Pero, por otro lado, también sus reflexiones, en pleno diario, fueron las que me ayudaron a ir construyendo la figura de mi querido Jaime, con todos sus planteos, con su nostalgia, con su sueño de revolución eterna.
Finalmente, puedo decir que me gustó mucho leer este texto, que, como todo el resto de lo leído, visto y oído, fue, además un hermoso placer personal. De Martí me llevo sus reflexiones y la brillante emoción de sus cartas, sobre todo a su querida Rosario de la Peña, portadora seguramente de alguna pulserita roja en su muñeca. Pero, sin dudas, esta vez el rojo no era por la revolución.
Ese fue el inicio de esta elección y, posteriormente, disfruté mucho más del texto, ya que, más adelante, se volvía más rico, con un lenguaje menos cortado y, tal vez, más profundo. Lleno de diálogos inmersos, que, a su vez, me servían o inspiraban para las ideas de conversaciones de mis propios personajes. Frases que quedaron marcadas y, sobre todo, lindas descripciones de los lugares y, sobre todo, de la vida en plena campaña. Supongo que, posiblemente, esa vida en campaña escrita que me regaló Martí fue una de las armas más importantes para darme cuenta de cómo se siente una persona en plena guerrilla. Qué piensa, qué anhela, qué dice, qué puede decir. Qué calla.
Sin dudas, puedo decir que si al principio el texto ya me gustaba, con el transcurso de la lectura, cada vez me satisfacía más, cada vez las letras se acoplaban mejor, cada vez el pensamiento se liberaba, cada vez las frases eran más hermosas y decían mucho más. De repente, el hombre de campaña se empezó a soltar y pudo, a mi entender, guardar esas imágenes que veía, entre ríos y troncos y hamacas, y plasmarlas sobre un papel.
Entre otras cosas, y vuelvo a insistir, fueron diversas frases (que de hecho he dejado marcadas) las que me quedé de Martí, mientras iba leyendo ese texto. Pero, por otro lado, también sus reflexiones, en pleno diario, fueron las que me ayudaron a ir construyendo la figura de mi querido Jaime, con todos sus planteos, con su nostalgia, con su sueño de revolución eterna.
Finalmente, puedo decir que me gustó mucho leer este texto, que, como todo el resto de lo leído, visto y oído, fue, además un hermoso placer personal. De Martí me llevo sus reflexiones y la brillante emoción de sus cartas, sobre todo a su querida Rosario de la Peña, portadora seguramente de alguna pulserita roja en su muñeca. Pero, sin dudas, esta vez el rojo no era por la revolución.
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