domingo, 16 de agosto de 2009

Más-más..


Bueno, hoy, como había dicho, ya terminé de revisar nuevamente lo que había escrito, y ya me decido a subir mis nuevos avances. Supongo que ésta es la anteúltima entrega; la próxima, si mis cálculos no me fallan, puede que sea ya el final. Final que no quiere decir algo estático, sino que también puedo llegar a modificar. Además, tengo que subir también varias notas de lectura, pero quería avanzar con esto, también. Por último, estuve pasando por algunos blogs y sugirieron subir algún que otro mapa; tal vez no sea necesario, pero puede que sirva y valga la pena compartir con Uds. uno de los mapas de mi viaje a Cuba. Aquí va!
Saludos.
Malvi.



P.D: Me acabo de dar cuenta que se ve muuuy chiquito, pero no sé cómo hacer para agrandarlo, ya que yo normalmente lo tengo en un tamaño más grande..
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Aquí van mis avances en el proyecto..

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13 de julio de 1992

Mi Jaime:
Hoy llueve aquí en La Habana, diablo mío. Y, tú sabes Jaime, cuando llueve me gusta sentarme a pensar. ¿Y sabes tú en qué pensaba? Pues pensaba en tu última carta, en la partida de Marcos, en mi Cuba; en lo que mi Cuba me da y en lo que esta bonita isla me quita, Jaime. Pues, tú sabes, diablo mío, me ha quitado mucho este bello lugar. Y no conforme, nunca satisfecho, me sigue quitando.
Tú tienes razón, diablo, es necesario defender nuestra libertad, nuestra Revolución. Bien vale ser libres, Jaime, bien lo vale; pero, ¿de que le sirven al ave sus alas si luego pues no puede volar? ¿Con qué fuerzas quieres que luche por mi libertad? Estoy sola, Jaime, y sí quiero defenderla. Pero tú no vuelves y mi hermano ya se va.
Parece ser difícil esta causa, ¿no, pobre diablo? Tu carta anterior me dolió, Jaime. Me duele pensar que tú estás sufriendo, que tú no estás bien, que tú no estás. Y que sólo lo haces por aquellos que, como siempre, olvidan a nuestros hermanos de Moncada o Playa Girón. Yo no me olvido de ellos, Jaime, tú sabes, y yo lucho, con mi palabra, con mi mirada, con mi voz. Y yo hablo, diablo mío, y yo grito. ¡Y yo quiero defender nuestra Revolución! Pero de a ratos, me quiebro, Diablo, me caigo. De golpe, pierdo la mirada. De repente, me quedo sin voz.
Y no quiero llorar, Jaime, no quiero, pero hoy siento que tu causa se está llevando tu mirada, tu sonrisa, tu voz. Y siento que a la par, a mí me va secando los labios, me va cerrando los ojos, me va llevando la vida. Y pasa la Revolución, y pasan nuevos Comandantes, y pasa la Maestra y Bayamo y Santa Clara y.. Y todo pasa, Jaime, todo pasa; pero mi hora sigue sin llegar.
Amado mío, de veras este trozo de papel no quiere ser despedida, no quiere ser final, pero esta vez mi letra, aunque quiere, cree no poder disimular; esta vez mis manos temen no poderte engañar. Te amo, diablo, tú lo sabes, y anhelo poder soportar esta dulce espera sin fin, este cuento de nunca acabar. Más temo no poder, Jaime, y entonces prefiero no odiar tu causa, ni resignar nuestra Revolución, porque tú así no lo quieres, porque yo no quiero que tú así no lo quieras, diablo. Pero para eso, Jaime, para eso es preciso olvidarme de ti. Hoy cuido tu causa, tu lucha, pero, a oscuras, ni siquiera sé firmemente a quien estoy amando. Quizás algún día de estos tu Maestra deje de ser tuya y te animes a compartirla conmigo, quizás mañana decidas amanecer conmigo y no sólo amarme entre letras, troncos y hamacas. Quizás mañana tú puedas ver más allá de Escambray y de veras desees volver aquí, a mi lado. Más dímelo tu hoy, Jaime, que mi silla, esta vez, teme ya no poder aguantar más.
Me voy, diablo, y esta noche soy yo la que tiene frío.

Ada.
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16 de julio de 1992

Mi viejo Camilo,
Aquí estoy de nuevo, asere, hablando contigo, con la poca tinta que me queda y en voz baja, por las dudas, que aquí la manada parece dormir. A mí, en cambio, el sueño parece querer jugarme una mala pasada y, hasta incluso durante la noche, incitarme a pensar. Es que la belleza de esta noche, querido asere, de veras no me deja dormir; el azul oscuro de fondo parece encariñarse con las jóvenes estrellas, y la melodía de este lugar está poblada de susurros, de pequeños animales nocturnos que, al parecer, tampoco pueden descansar. Además, por si fuera poco, con la oscuridad de la luna, me invade también una especie de melancolía, esta vez no ligada a la isla, sino con forma de corazón. Con forma de Ada, con forma de una mujer ausente sobre mi colchón de hojas. Mujer que, sobre todo en esta noche, de veras hecho de menos, de veras necesito, para llenar con una nota erótica este oscuro pero azulado lugar.
Pero, ante la imposibilidad, viejo asere, de poder sentir algún otro tipo de caricia que no sea la del agua cuando llueve, decido contarte algo que nos sucedió hoy durante el día. Es importante, Camilo, para ello, contarte algo que de veras se me pasó de largo: ya estamos en Camagüey. Este es el lugar de las estrellas cariñosas y de los grillos afinados, de las noches bellas que no dejan apagar la luz, hermano. Pues, tú sabes, aquí todavía hay más verde, Camilo, supongo que ya mañana estaremos bordeando la ciudad. Bueno, asere, pues hoy apareció de nuevo un cuestionamiento revolucionario, ¿qué más podía ser, no, paciente compañero? Un interrogante que me forjó a tener una profunda reflexión. A propósito, Camilo, a veces siento miedo de mí mismo; ¿es qué no puedo hablar de otra cosa? A veces siento que desde aquel enero vivo atravesado por esta causa; pero desde que volví a este sitio, tú sabes, la Revolución me consume, Camilo, me ciega, me enloquece. De a ratos, hermano, cuando busco el cielo y mis ojos sólo se topan con paisajes verdes y amarillos y marrones, siento que voy a enloquecer. Siento que la locura me ronda, hermano, me ronda. A veces hasta dudo de lo que digo, Camilo, de lo que veo. A veces, cuando siento que me va consumiendo esta lucha, esta soledad.
Bueno, viejo asere, pero eso no importa ahora, probablemente sea imaginación mía, tú sabes, nada más. Volviendo a esta tarde, hermano, se me cruzó un niño, ¿sabes? El chama se me cruzó mientras iba en busca de algo de queso y de mi necesaria dosis de ron. El pequeño, desde lejos, me gritó: “¡Ey tú! Dime, ¿por qué pelean cubanos contra cubanos? ¿Es que no entienden? Se están matando entre hermanos.” El chama se fue volando, como todo niño, tú sabes, para tener la última palabra. No hacía falta que corriera, hermano, que saltara o que volara, yo no hubiera sabido qué responder. Inocentes los pequeños, pero más bichos que todos nosotros juntos, asere. El chama tiene razón, Camilo; el también tiene razón. Y aquí, compañero, es donde se aparece mi reflexión. ¿Tú sabes por qué es necesario golpear duro, Camilo, hacer ver el arma, hacer ver la sangre? Pues porque el pueblo, asere, el pueblo aún está dormido, el pueblo descansa tranquilo, mientras la sangre corre, mientras el pan se acaba, mientras la vida se va. Y la guerrilla, Camilo, nosotros, Camilo, ¡nosotros los tenemos que despertar! Tenemos que despertar los sueños dormidos de nuestra masa, debemos despertar los valores cubanos enterrados bajo esta dictadura colonial, debemos crear conciencia revolucionaria, compañero, y la sangre se dejará de derramar. Cuando la Cuba toda lo vea, ya no habrá mas necesidad de armas, hermano, y esto no es despotismo, Camilo, esto es mirar la realidad.
Linda reflexión al sol, la de hoy a la tarde, y pensar que todo gracias al chamacito aquel, asere. Lindo día y larga noche. Y ahora si, hermano, mientras espero que las ventanas se cierren, me pondré algo de yamagua, pues recién me he descubierto una cicatriz en la espalda. Seguramente me la hicieron antier por la tarde, Camilo, durante un enfrentamiento con los enceguecidos hijos de la tiranía. Cobarde quien me ha hecho este tajo por la espalda, asere, cobarde defensor de Batista, en esta diaria lucha por nuestra libertad.
Te dejo, Camilo, la luna sigue subiendo y mis ventanas se empiezan a cerrar. Nos vemos pronto, compañero. Santa Clara espera.
Jaime.

1 comentario:

  1. malvi tu blog tiene pocas visitas... y si me puse a fijar esas detalles que mi personaje tendría que parecer les extraños..
    me gusta mucho como esta quedando la historia...

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