martes, 11 de agosto de 2009

Día 4, subiendo mi primer parte..

Padre nuestro que está en los cielo,
Santificado sea tu Nombre
Venga a nosotros tu reino
Hágase tú voluntad en la tierra como en el cielo

Una gastada solera amarilla, una gran hebilla que ponía orden en un infinito caos moreno y una falda blanca, regalo de Marcos, que había provocado en alguno ya más de una confesión. Hacía ya más de media hora que Adita estaba en la Catedral. Ya se había confesado y ahora estaba rezándole a la Candelaria, llevándose por delante todas las eses. Cuando terminó de hacerlo, ya estaba saliendo de aquel empequeñecedor monumento y, aún en ese mar de sutiles colores marrones, recordó que debía pasar a dejar la carta. Decidió, entonces, caminar hacia la calle…

- ¿Otra más, Adita? ¿No estarás tú pensando en irte, también, querida, no?
- Claro que no, Alfonso. Tú sabes que a esta Isla no la dejaría por nada. Pero deja tú de pensar esas cosas y envía mi carta, que sino llegará recién el martes.

Claro, mi niña, claro, diría Don Alfonso, como siempre. Mientras le tiraba un beso, Ada escuchó el cañonazo y se lamentó. La biblioteca estaría cerrada, debería esperar a mañana. Luego se sonrojó: al menos tendría prontas noticias de Jaime.



*

- ¿Tú crees en Jesusito, Jaime?
- Mira, asere, ¿tú ves esa estrella que está ahí arriba brillando? ¿Tú la ves?
- ¡Pues claro, Jaime! ¡Claro que la veo!
- Pues bien, yo al Dio no lo veo, niño. Y por eso no creo en él. Pero no necesito de él tampoco, más nunca lo hice. ¿Y sabes tú por qué? ¡Porque con nuestro Apóstol y con el viejo Che ya más nadie hace falta!

Santiaguito se había ido feliz con su breve explicación de un ateísmo orientado por el rojo color de una vida revolucionaria. Cuando se acercaban a Jaime todos sabían lo que iban a oír, y por eso lo hacían. Se acercaban a ese muchacho de anteojos porque querían oír de la vieja Cuba, de la de antes, de la del 86’ y de la de antier, en el 59’. Querían conocer la Isla de cuando todavía el Ernesto respiraba y querían escuchar la voz del Apóstol. Por eso se acercaban a Jaime, porque tenía esa cicatriz en la espalda y porque siempre andaba con un gastado libro del viejo Martí.



*
1 de Julio de 1992

Dulce Ada,

Pasa el tiempo y no dejo de pensar en ti, mi niña. Qué curioso, pequeña, tenerte a ti tan lejos y no poder sacarte de mis pensamientos.. Entre mis días, pasa el tiempo, y pasa el frío, y pasas tú, como todo aquello. Pero no quiero que tú pases en mi vida, dulce Ada. Quisiera verte, quisiera poder hacerlo, quisiera saber por qué amo tanto sus letras. Quisiera saber, al menos, cómo se siente volver a verla.
Así que le propongo una visita, temporaria o tal vez no. Usted dirá, nosotros diremos. Mañana mismo partiré hacia La Habana, tras años sin verla. También la extraño, una hermosa ciudad que me inunda de recuerdos, recuerdos duros que a veces, uno no quiere revolver. Pero todo sea por verla y por dejar que el frío pase, lejos mío y lejos suyo. Ya pedí permiso en la escuela, estoy feliz, pero ya extraño a los niños.
La dejo, Ada, pero sigo estando ahí.

Jaime


*
3 de julio de 1992

Querido Camilo:

¿Difícil volver a las fuentes, no, querido asere? Hoy he estado pensando todo el día. En la escuela, en los niños, en Ada, en La Habana. En Cuba, en mi Cuba, amigo. En la gloriosa Cuba de antier y en la gloriosa Cuba de hoy, resistida, a veces, resistida sin motivos, sin sangre, sin años de lucha. Fácil es hablar, querido Camilo, cuando tú no has estado ahí, cuando en tus brazos nunca hubo de ese frío, del que duele, del que no trae ni el viento ni la noche oscura. Frío de soledad, que se cuela entre los huesos y no quiere salir, ni siquiera desaparecer cuando sale la luna, para no dejarte solo. Ese frío, compañero, no todos han de conocerlo.
Por eso me disgusta cuando hablan, cuando hablan por hablar, cuando hablan sin saber. Cuando nunca sabrán del esfuerzo, ni nunca entenderán de nuestro dolor. Es duro, amigo. Yo sí lloro, yo sí sufro, yo comprendo, pero esta situación me atraviesa y supongo que debo partir. Quiero volver a La Habana, asere. De veras quiero. Y aunque tú no me creas, te pido que no me juzgues, compañero. Tú bien sabes cuánto me arde esta vuelta, cuánto de mi se desvanece en cada paso que doy subiendo hacia el norte de la isla. Pero tengo que hacerlo, por ellos, Camilo, por todos ellos. Quiero saber cómo mostrarles lo que dolió la Revolución, lo que valió la sangre caída. Quiero saber cómo hacerlo, porque hoy no sé explicarles por qué. Busco entre Martí, busco entre Fidel y no encuentro el camino, porque nunca pensé que debería andarlo, nunca pensé que de veras alguien cuestionaría la Revolución.
Entonces necesito volver. A aquel lugar al que no vuelvo desde el 67’, bien lo recuerdo. Esta vez, sin balas, sin estratagemas, sin frío. Sin tanto frío. Igual, por las dudas, me llevo algún que otro tabaco, por si de golpe a ti, el valiente, te viene el fresco de repente. Porque te llevo a ti conmigo también, Camilo.
Y espero que vengas, igual que antier.

Jaime.
*
5 de julio de 1992
Querido Jaime,

Qué lindo leerte, que felicidad se siente aquí, aquí dentro, cuando se que tú estas aquí, conmigo. Y más aún cuando se que tú estarás aún más cerca, para dejar de lado el frío. El frío, ese del que tú tanto me hablas.
Cuéntame más de tu viaje, de los niños, ¿por qué tú decidiste volver? ¿Será que soy yo la dueña de tus motivos, querido Jaime? No lo creo, querido diablo, de veras, por más que quisiera forzarme para hacerlo. Es que tú siempre viviste para tú causa, lo sigues haciendo; yo me enamoré de ese que bajó y subió, de ese que luchó y resistió. De ese que no es otro que tú, Jaime. Y tú no volverías a La Habana, tú no lo harías, Jaime. Porque aquí estoy yo, pero aún hace frío; porque estamos nosotros, pero no están ellos. Porque habías decidido no llorar más.
Y yo estaré aquí, más allá de todo, cubriéndote del frío que tú dirás no sentir, secándote las lágrimas que jamás llorarás, besándote en los labios y temiendo no cumplir. Porque tú no vuelves por mí, querido diablo. Y no sé por qué lo haces.
Te extraño y prefiero sentirte cerca en Santiago que tocarte distante, aunque aquí a mi lado, como tu letra me confió cuando recordaste el aire de por aquí, de mi Plaza y de mi Catedral. Elige tú dónde, Jaime, pero quédate conmigo.

Te besa, Ada.
P.D: Marcos se fue.



*
5 de julio de 1992

Querido Camilo:

Ya estoy de viaje, de nuevo. Siento el aire otra vez, como en aquellos años. Es como si de nuevo uno aprendiera a respirar, ¿tú no crees? Ves que los médicos, ¡Qué saben! Si Ernesto hubiera vuelto nada le habría pasado, esos dos desobedientes se habrían ablandado, sin dudas, porque aquí el aire sí que es puro. Tú tomas y sacas. Tomas y sacas. Adentro y afuera. ¡Es el aire de la Revolución, Camilo!
Tú sabes que ya estoy en plena Maestra, increíble volver a este lugar. Si hasta hoy me acosté detrás de un verde y desperté escuchando tu voz, hermano. “¡Levántate, diablo, deja de dormir que ya es hora de subir! ¡Es hora, compañeros!”. Es hora de la Revolución, decías, ¿te acuerdas? Y marchábamos todos, siguiendo tu sombra. Sombra gigante, recuerdo. Hoy recordaba, mientras volvía en el tiempo, mientras me apoyaba en una vieja roca, seguro testigo de nuestras felices noches de frío.
Recordaba el principio de todo esto, Camilo. Miraba unas hormigas, viajando con sus hojitas, verdes, marrones. Todas grandes, pobres criaturas. Iban y venían. Segundos, minutos, horas. Al parecer iguales, al parecer monótonas, al parecer pequeñas y débiles hormigas, hermano. Que, sin embargo, abren caminos en la tierra, dejando su huella, que buscan ir a prisa, pero sin traspiés. Que se sacrifican, pero siempre juntas y hacia el mismo lado.. El camino de la Revolución, Camilo. ¿Será que el viejo Fidel se habrá sentado aquí a mirar a las hormigas, en las vísperas del nacimiento del 26? Quizás, sólo era cuestión de aprender de las hormigas. Y caminar un camino largo y difícil, pero nunca solitario. Sin ir muy deprisa para no perdernos, sin ir muy despacio para no cansarnos. Con el aliento del que me pisa los talones, como decía Ernesto.
Verlas hoy a ellas, Camilo, fue como retroceder hasta aquel enero y volver a verme a mí. En nuestro tímido intento, en nuestra prueba desafiante. Mucho más despacio, mucho más dispersos; pero siempre entre alientos, siempre detrás de tu sombra, de tu vanguardia.
Ya me voy, hermano. Está anocheciendo y hace añares que no miro la luna desde aquí, desde la Maestra. Además quiero pensar en la Ada, está más grande de lo que creía, viejo. Si, y yo también.
No te tardes, ya encendí tu tabaco.

Jaime.

6 comentarios:

  1. cuando dice: lejos mio. queda mejor lejos de mi

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  2. y cuando dice lejos suyo queda mejor lejos de él

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  3. me encanto la metafora de las hormigas

    ahhhhhhhhhhhhhhh

    quiero más.. está ,uy bueno demasiado..
    se juntan al final ada y jaime?

    jaja

    los dos comentarios anteriores son de sugerencia

    nos vemos mañana!!

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  4. . Enunciación de la idea inicial del proyecto, sobré qué historia trabajar y en qué modo (ficción-no ficción; géneros). El marco teórico sobre narratología de las clases teóricas 5 y 6 (VER) encuadra los aspectos relativos a la narración propiamente dicha; los teóricos 8 y 9, acompañan para pensar los modos y géneros.


    MAÑANA PREPARA LOS TEORICO.. Y EXPLICAME ESTO!!!!!!!

    MAÑANA EL PARTIDO SE JUEGA A LAS 19HS HORA ARG Y MESSI NO JUEGA POR UNA CONTRACTURA... (UFA)

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  5. Me gusta mucho el tono y cómo te apropiaste de palabras y de un habla que no es la nuestra (la investigación te debe haber servido mucho). Me gusta la mezcla de historia de amor y nostalgia revolucionaria. Y me gusta el tono enigmático, esa segunda historia que asoma la cabeza y que no se sabe bien de qué viene (aunque, esperamos, se irá lentamente develando).
    Saludos!

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  6. Gracias, Nati y Emilia por los comentarios. Sí, traté de trabajar eso del tono y las palabras, con mucho cuidado, sin abusar. Ya subiré más avances. Un beso!
    Malva

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