Ayer fue 2 de abril. Y, como todos los años, hay bastante para ver, leer o escuchar. O todo junto. Malvinas siempre está presente el 2 de abril, todos los años. Pero ese, precisamente, es el error y no el orgullo o reconocimiento que todos creemos que hacemos cuando, una vez por año, miramos hacia quienes estuvieron en el Sur y decimos: “Que valientes fueron, la Patria ha sido injusta”. Y eso es todo, pasan esas 24 horas y, de repente, todo vuelve a ser igual. Casi nadie vuelve a recordar a Malvinas, ni a los combatientes, ni a la memoria, ni al hielo. Todo queda bien guardado, como debe ser, para ser sacado nuevamente dentro de 365 días.
De todos modos, este año fue diferente. Malvinas tuvo en este 2009 una relevancia menor a la que suele tener todos los años. Y no sólo Malvinas, sino todos los grandes temas de la semana fueron relegados detrás de una noticia, una muerte, un nombre. Raúl Alfonsín, primer presidente argentino tras la restauración democrática, falleció el martes 31 de marzo, dos días antes del día del recuerdo de nuestras islas, su memoria, sus combatientes y su soberanía. Así fue que todo quedó en segundo plano, todo: tanto el fútbol como las Malvinas, tanto la máxima pasión nacional como el tema pendiente de todos los argentinos.
Sin embargo, como dice el dicho, el que busca, encuentra, y entre los diferentes homenajes a los cuales llegué hubo particularmente dos que me llamaron la atención. Uno me gustó más que el otro, me pareció realista, fue lo que tal vez quería escuchar. El otro, en cambio, fue totalmente ajeno a lo que hubiese pensado que iba a leer, escuchar o ver. Me paralizó, y fue tal vez eso lo que me atrapó, la sensación de tener que seguir leyendo algo cuando en realidad ya no quería seguir haciéndolo.
El primero es una editorial del periodista Alfredo Leuco, “Carta Abierta sobre los héroes de Malvinas”, que fue leída por él mismo en el programa radial de Fernando Bravo, “Bravo Continental”. Me gustó por la evocación histórica que hace de los jóvenes combatientes, relacionándola con los sentimientos de una sociedad indiferente que, tal vez dolida por su propio pasado, no puede mirar a los ojos a quienes, en su momento, dieron (o fueron cruelmente obligados a dar) la vida por la Patria, por la Argentina, en fin: por nosotros. En sí eso me pareció interesante, referirse más a la sociedad que a las autoridades políticas de ese entonces, porque ese es un discurso sabido, conocido, memorizado, que si bien es imprescindible saber, es bueno ver otras cosas, abrir nuevas puertas. Finalmente, me gustó mucho la escucha del texto a partir de la voz de su propio autor, escuchando sus cambios de voz, dándole más fuerza o más tranquilidad cuando era necesario, escuchando atentamente sus pausas, interpretando cada silencio. Sin embargo, hubo algo que realmente no me gustó y fue la suave música de fondo de la Marcha de las Malvinas, ya que me pareció que dificultaba la concentración y disolvía el clima creado por el autor mientras realizaba su lectura. Pero, de todos modos, ese detalle terminó quedando en segundo plano, a medida que el relato avanzaba.
El otro sí es un texto escrito, cuyo autor es el reconocido compositor rosarino Adrián Abonizio, que fue publicado en el diario Página/12 bajo el nombre de “Nadie mata en el sur”. Este artículo, que se refiere no sólo específicamente a la guerra de las islas, emite un homenaje de una manera más extraña, por medio de una experiencia más cercana, cotidiana, que va involucrando al lector en el relato y desnudando sus emociones o sentimientos. Particularmente, me resultó chocante leer, este día, la frase permanente del relato referida a la belleza de matar, aunque me parece un recurso interesante, poco común y que provoca una fuerte sensación en quien lo lee. En definitiva, no fue el relato en sí mismo lo que me gustó, sino la idea propuesta por el autor para invocar, de otra manera, lo que pasó ese 2 de abril, hace 27 años, en unas islas que, entonces, no conocía casi nadie.
Hoy, sin embargo, son, para nosotros, las islas más conocidas de todas. Y creo que, ya sólo por el hecho de serlo, merecen una reflexión más duradera y profunda que la se puede hacer sólo una vez por año. Y ellos, los que lucharon en ellas y por ellas, también lo merecen. Porque forman parte de nuestro pasado, ese que nadie quiere repetir, ni a veces recordar. Y porque, sin dudas, forman parte de nuestro presente, este hoy que sí debemos mirar, y de frente, y que si no nos gusta, sí estamos a tiempo de cambiar.
De todos modos, este año fue diferente. Malvinas tuvo en este 2009 una relevancia menor a la que suele tener todos los años. Y no sólo Malvinas, sino todos los grandes temas de la semana fueron relegados detrás de una noticia, una muerte, un nombre. Raúl Alfonsín, primer presidente argentino tras la restauración democrática, falleció el martes 31 de marzo, dos días antes del día del recuerdo de nuestras islas, su memoria, sus combatientes y su soberanía. Así fue que todo quedó en segundo plano, todo: tanto el fútbol como las Malvinas, tanto la máxima pasión nacional como el tema pendiente de todos los argentinos.
Sin embargo, como dice el dicho, el que busca, encuentra, y entre los diferentes homenajes a los cuales llegué hubo particularmente dos que me llamaron la atención. Uno me gustó más que el otro, me pareció realista, fue lo que tal vez quería escuchar. El otro, en cambio, fue totalmente ajeno a lo que hubiese pensado que iba a leer, escuchar o ver. Me paralizó, y fue tal vez eso lo que me atrapó, la sensación de tener que seguir leyendo algo cuando en realidad ya no quería seguir haciéndolo.
El primero es una editorial del periodista Alfredo Leuco, “Carta Abierta sobre los héroes de Malvinas”, que fue leída por él mismo en el programa radial de Fernando Bravo, “Bravo Continental”. Me gustó por la evocación histórica que hace de los jóvenes combatientes, relacionándola con los sentimientos de una sociedad indiferente que, tal vez dolida por su propio pasado, no puede mirar a los ojos a quienes, en su momento, dieron (o fueron cruelmente obligados a dar) la vida por la Patria, por la Argentina, en fin: por nosotros. En sí eso me pareció interesante, referirse más a la sociedad que a las autoridades políticas de ese entonces, porque ese es un discurso sabido, conocido, memorizado, que si bien es imprescindible saber, es bueno ver otras cosas, abrir nuevas puertas. Finalmente, me gustó mucho la escucha del texto a partir de la voz de su propio autor, escuchando sus cambios de voz, dándole más fuerza o más tranquilidad cuando era necesario, escuchando atentamente sus pausas, interpretando cada silencio. Sin embargo, hubo algo que realmente no me gustó y fue la suave música de fondo de la Marcha de las Malvinas, ya que me pareció que dificultaba la concentración y disolvía el clima creado por el autor mientras realizaba su lectura. Pero, de todos modos, ese detalle terminó quedando en segundo plano, a medida que el relato avanzaba.
El otro sí es un texto escrito, cuyo autor es el reconocido compositor rosarino Adrián Abonizio, que fue publicado en el diario Página/12 bajo el nombre de “Nadie mata en el sur”. Este artículo, que se refiere no sólo específicamente a la guerra de las islas, emite un homenaje de una manera más extraña, por medio de una experiencia más cercana, cotidiana, que va involucrando al lector en el relato y desnudando sus emociones o sentimientos. Particularmente, me resultó chocante leer, este día, la frase permanente del relato referida a la belleza de matar, aunque me parece un recurso interesante, poco común y que provoca una fuerte sensación en quien lo lee. En definitiva, no fue el relato en sí mismo lo que me gustó, sino la idea propuesta por el autor para invocar, de otra manera, lo que pasó ese 2 de abril, hace 27 años, en unas islas que, entonces, no conocía casi nadie.
Hoy, sin embargo, son, para nosotros, las islas más conocidas de todas. Y creo que, ya sólo por el hecho de serlo, merecen una reflexión más duradera y profunda que la se puede hacer sólo una vez por año. Y ellos, los que lucharon en ellas y por ellas, también lo merecen. Porque forman parte de nuestro pasado, ese que nadie quiere repetir, ni a veces recordar. Y porque, sin dudas, forman parte de nuestro presente, este hoy que sí debemos mirar, y de frente, y que si no nos gusta, sí estamos a tiempo de cambiar.
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